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Superstición. Creer para ver.


La superstición está muy relacionada con la sugestión, ambas emergidas de la mente y su conformación ideológica.

Existen comunidades en el mundo donde la superstición predomina e influye en el cotidiano vivir de maneras poderosas.

No faltan aquellos que asocian el color negro con lo malo, perverso u obscuro. O quienes creen en prácticas de brujería, maldiciones, daños causados a partir de ritos “obscuros”. Quienes creen en espíritus, fantasmas, demonios, etc. etc.

Y todo este tipo de creencias cobran realidad en la mente que las genera. Y, ciertamente, no es recomendable en ningún sentido.

Aunque se tratase de “buena” superstición, ésto es, creer en el poder de objetos como velas, sahumerios, símbolos, etc. más allá de uno mismo.

Es apropiado recobrar el poder que uno tiene sobre su realidad, la cual sólo se ejerce de manera voluntaria y con conciencia.

Las personas tenemos el poder que el pensamiento nos otorga y el de la fe en ese pensamiento, sea que se trate de algo esperanzador o de miedo.

¿Irrealidad o realidad diferente?.



A veces me pregunto qué sentirían Jorge Luis Borges, Julio Verne, Richard Bach, entre otros, cuando imaginaban y vivenciaban sus relatos.
Sus mentes iban siendo cargadas de imágenes fantásticas, personajes maravillosos, emociones emergidas de la empatía con esos personajes.

Evidentemente hay un mundo potencial y expansivo de la consciencia en la imaginación, un mundo algo menospreciado y poco estimulado.

Muchos, por no decir todos, debemos haber sido foco de llamamientos a la “realidad” cuando el rostro comenzaba a dar muestra de felicidad y disfrute en esos vuelos en mundos y situaciones fantásticas.

El mundo que vive en nuestra imaginación debe ser atendido y explotado, por el simple hecho de que es parte nuestra, nos completa y vuelve multidimensionales. Somos capaces de vivir en muchos mundos y de generar gran deleite y satisfacción en esos momentos.