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Compasión


Si hay una capacidad que nos vuelve humanos y transformadores de situaciones de malestar en momentos de estados profundos de empatía y entendimiento, esa es la compasión, que nada tiene que ver con la lástima o la tolerancia.

La persona más contemplativa que racional tiene grandes posibilidades de desarrollar la compasión, y con ésta, lograr el bienestar para sí y, naturalmente, para aquel foco de ésta. Aunque el ser compasivo no discrimina entre uno mismo y los demás. 

Es un estado en el cual la misantropía no tiene lugar, no es posible la envidia ni el resentimiento, sentires tan nocivos para cualquier ser, deponen su poder ante la compasión y el orgullo pierde totalmente su sentido.

Ataraxia



Alguien dijo alguna vez: “Las circunstancias no importan, el estado de ser importa”. Y hay un estado que podría considerarse el más extraño, saludable y enriquecedor de los estados. Ataraxia: es algo así como un estado de paz y equilibrio, lo que algunos llaman “estar en el centro”.

Como humanos desdeosos de experimentar, conocer y reconocer, nos embarcamos en vivencias y experiencias que no siempre resultan satisfactorias al propio juicio, pero que enriquecen de alguna manera la vida y moldean la realidad del presente, es decir, de la percepción de cada momento.

En el simple vivir, los pensamientos son una constante, al igual que las emociones que suelen llevar el estado de ser de un extremo a otro: de la euforia al desgano, de la rabia al buen ánimo, de la tranquilidad al caos, por mencionar unos pocos.

El estado del centro o ataraxia es justamente la capacidad de no dejarse arrastrar por el movimiento constante hacia los extremos, una capacidad que, como cualquier otra, se desarrolla voluntaria y conscientemente.

Miedo y psicología automática.


Una frase popular dice algo como, “cuanto más conozco a las personas, más quiero a mi perro”. Una triste pero muy popular frase, tanto en la teoría como en la práctica.

Lo cierto es que difícilmente alguien conozca realmente a alguien, en su lugar se ha logrado la conformidad de hacer un minucioso y sesgado análisis psicológico de aquel a quien se “pretende” conocer.

La psicología automática de reconocimiento es uno de los métodos más errados nacidos de la mente como herramienta de conocimiento, por simples razones, no tiene base certera ni causa certeza, por ende, asegura el miedo constante en el vivir.

La mejor manera que se tiene de elegir no estar en paz ni amando es, psicoanalizar todo y a todos, incluyendo a la propia personalidad.

Este mecanismo de psicología no es ni siquiera voluntario, y es natural, cualquiera que descubriese los resultados desastrosos que ésta causa, nunca elegiría practicarla voluntariamente.

Es un mecanismo mental automático a disposición del miedo. El miedo está en constante vigilancia, al resguardo de la personalidad o el ego el cual se siente primero, dividido y luego, atacado. Así es como el miedo es el vigía de la personalidad no así del bienestar.