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Desmitificando el celibato.


La naturaleza sexual de la raza humana derivada de la animal, cuyo instinto de supervivencia le lleva a la reproducción y en ésta la búsqueda de la evolución, parece contraponerse al celibato, una práctica sexual algo desvirtuada y malinterpretada.

Parece a propósito la interpretación del génesis que hacen algunos, así como la de muchos escritos considerados sagrados y base de diferentes dogmas “religiosos”, donde se considera a la sexualidad o al acto sexual impuro, pecaminoso y contrario a lo sagrado.

Ésta, claro está, no es una interpretación ni sana ni correcta. Dado que de existir un Dios que crease criaturas sexuadas que pone como regla de oro el no copular, aunque con “libertad” de elegir (albedrío), de seguro sería un Dios morboso y algo enfermo.

Ahora bien, la práctica del celibato es una práctica sexual pero algo diferente a las conocidas, más ésta no tiene que ver con el placer y/o la reproducción sino con la trascendencia.

Ésta práctica no se conoce entre animales, por una cuestión natural, ellos no son tan evolucionados y no cuentan con una consciencia como la de los seres humanos. Es esta consciencia la que mueve a algunos a querer trascender lo animal de modo de experimentar esa posibilidad.

No es posible embarcarse en el desafío de volverse célibe desde una visión moral, creyendo que ésto le hará más santo o elevado que otros a quienes ni siquiera les interesa hacer algo así, lo cual es totalmente válido.