Promover el trabajo infantil.


Para un mundo que ve el trabajo como una obligación y casi una condena inevitable, promover el trabajo infantil puede sonar como una herejía, es más, se considera ilegal. Y es algo natural, a los legisladores y a los gobernantes la palabra trabajo les suena a algo serio y sacrificado.

Pero los niños no viven el trabajo de la misma manera que muchos adultos. Ellos se divierten, juegan y les encanta poder colaborar, que se les considere, que se les de lugar y la posibilidad de hacer algo “importante”.

No son pocos los mayores que descubrieron que los niños son felices ayudando a su manera en las labores de la casa, en la oficina, en el taller o donde sea que uno quiera darles el espacio.

Lo principal a tener en cuenta al momento de incorporar el trabajo de los niños de modo de asegurar su felicidad es lograr que la explotación sea completa nunca ofreciéndoles una retribución por su trabajo.