Destino.


Tan arraigada está la idea de la pre-destinación en algunas personas que llegan a pensar que todo lo que les pasa en la vida corresponde al cumplimiento de ese plan que para ellos está diseñado.

Una mujer me dijo algo como, “cuando uno tiene marcado el destino no puede hacer nada al respecto. Y como yo no creo en Dios”. Agregó.

Entonces, si no cree en Dios, ¿quién o qué marca su destino?. Pregunté.

Se encogió de hombros.

Si no cree en un Dios, no tiene sentido que crea en el destino o en la predestinación. Porque no hay forma de que esté ahí. Lo que debe saber es que el destino no es casual, sino causal.

No son pocas las personas que desligan toda responsabilidad de sus vidas atribuyendo la red de eventos que las constituyen a un destino diseñado o a un Dios prepotente y poco democrático.

Claro está que aquello que llaman destino no es otra cosa que un puñado de posibilidades, las cuales dependen de las elecciones que se hacen en el presente, lo que sugiere que las personas tenemos el poder de forjar nuestro propio destino.

Desmitificando el celibato.


La naturaleza sexual de la raza humana derivada de la animal, cuyo instinto de supervivencia le lleva a la reproducción y en ésta la búsqueda de la evolución, parece contraponerse al celibato, una práctica sexual algo desvirtuada y malinterpretada.

Parece a propósito la interpretación del génesis que hacen algunos, así como la de muchos escritos considerados sagrados y base de diferentes dogmas “religiosos”, donde se considera a la sexualidad o al acto sexual impuro, pecaminoso y contrario a lo sagrado.

Ésta, claro está, no es una interpretación ni sana ni correcta. Dado que de existir un Dios que crease criaturas sexuadas que pone como regla de oro el no copular, aunque con “libertad” de elegir (albedrío), de seguro sería un Dios morboso y algo enfermo.

Ahora bien, la práctica del celibato es una práctica sexual pero algo diferente a las conocidas, más ésta no tiene que ver con el placer y/o la reproducción sino con la trascendencia.

Ésta práctica no se conoce entre animales, por una cuestión natural, ellos no son tan evolucionados y no cuentan con una consciencia como la de los seres humanos. Es esta consciencia la que mueve a algunos a querer trascender lo animal de modo de experimentar esa posibilidad.

No es posible embarcarse en el desafío de volverse célibe desde una visión moral, creyendo que ésto le hará más santo o elevado que otros a quienes ni siquiera les interesa hacer algo así, lo cual es totalmente válido.

Pensar en la retribución, parte de la domesticación.


¿Habrá algo más evidente que lo denigrante de la domesticación?, sobretodo cuando se trata de humanos pensantes e inteligentes.

Es admirable como algunos animales aprenden a través del método de premios a la prueba realizada. Éstos suelen sorprendernos con su capacidad de aprender de nosotros, los humanos, algunos trucos para entretenernos, acompañarnos y servirnos a nosotros, los humanos.

Así y todo, muchas veces es un método algo apelable, dado que puede resultar abusivo por parte de algunos que sólo tienen como intención el objetivo único de manipular.

Ahora bien, este método de domesticación no se circunscribe solamente a animales no humanos, algo que resulta preocupante, ya que, si bien la domesticación de un animal puede llevar como objetivo transferirle algún conocimiento humano que le beneficie, ¿cuál sería la razón para domesticar a un humano?.

Cuando el sufrimiento se disfraza de enojo.


Como humanos solemos tener y causar demasiados problemas por el simple hecho de que no logramos comprendernos a nosotros mismos.

Las emociones causan una gran magnitud de efectos en nuestro sentir movilizándonos casi como marionetas incapaces de retomar el control.

A pesar de considerar a la humanidad de esta época basta de conocimiento de áreas como la psicología, neurología, endocrinología, biología, antropología, etc. seguimos siendo presos de estas maravillosas reacciones químico-eléctricas que ocurren en nuestro interior.

Hay un sentimiento específico que crea distorsión y caos, tanto en el interior como en el entorno de una persona, y éste es el sufrimiento, sea cual sea su causa, muchas veces domina tanto la voluntad y el sentir de la persona que ésta, como una especie de defensa, lo muta, o mejor, disfraza de enojo.

Lo más dramático de ésto ocurre en las personas foco de ese enojo, que no logran comprender el por qué de esta reacción.