Falso poder.

Cuan común es encontrar impreso el deseo de héroe en no poca gente, esa ansiada dote que frustra día tras día al descubrir que nunca será realidad.

Parece haber una persistente fantasía infantil de desarrollar súper poderes, ¿y para qué?, ¿para salvar el mundo?, ¿para hacer el bien?, ¿para defender a los débiles?, no lo creo.

Esta fantasía generada sobre el poder tiene más que ver con el fortalecimiento del ego en una súper personalidad que con el altruismo de brindarse por el bien de todos.

Aunque parezcan iguales son MUY diferentes.


Cuando las ideas preconcebidas toman más fuerza que el verdadero sentido, el resultado inminente es el desequilibrio y el caos.


Si se observa con atención la forma en que se conducen las personas en sociedad, es notorio observar grandes confusiones en la concepción que tienen de las cosas.

No son pocos los que confunden “autoridad” con maltrato, agresividad, abuso o autoritarismo. Ésto es muy frecuente, sobretodo, en la relación de mayores con niños. Los mayores con su acelerada vida, no se detienen a averiguar como se siente experimentar la paciencia y la contemplación y en su lugar pretenden “acomodar” a los niños a las reglas y modos de comportamiento “educando” con lo que muchos consideran autoridad, es decir, gritos, sacudones y/o cachetazos, al niño que no responde al mandato.

Comprender que la autoridad se porta como cualquier atributo, el cual se adquiere o desarrolla a partir del respeto por uno mismo y a los demás como a uno mismo. Alguien que porta este atributo difícilmente deba recurrir a los altos decibeles en la voz.