Mentir no es inevitable pero sí daña.


La mentira está instaurada en sociedades que forzaron el humano “perfecto”, es decir, perfecto para las sociedades.
Pareciera no ser posible ser veraz y a la vez sobrevivir a la sociedad.
Los esposos deben mentirse, empleados y jefes deben mentirse, padres e hijos deben mentirse, políticos, policías, estudiantes, educadores, abogados, psicólogos, publicistas, científicos, cientificistas, etc. no pueden evitar mentir, porque hay un personaje social que sostener y eso sólo se logra con la mentira, porque de no ser así, las personas serían simples personas.

La mentira, como decía, está instaurada y es la piedra angular que sostiene a las sociedades en su situación de histriónica hipocresía que le arruina la vida y la salud a sus habitantes, ¿y para qué?.
Es, la mentira, el evidente resultado del miedo. Una persona que no teme, no miente, tampoco aquella que aunque teme se arma de coraje.

El problema radica en que parece haber más incentivos para mentir que para no hacerlo.

Mentir puede dar un mejor puesto en el trabajo, popularidad, éxito político, mantener a la familia “unida”, etc.

Y si se evalúa con sentido de convivencia social, vale, pero si se lo ve con el sentido crítico que da el discernimiento y la experiencia, se puede saber y comprobar que todo lo obtenido a base de mentiras ES una mentira, una farsa que pesa mucho y que difícilmente se sostenga en el tiempo y si se hace, el peso se carga con el inevitable desgaste de la salud.

Por una cuestión natural, nadie que no es feliz puede tener salud, y nadie que miente puede ser feliz.

En sociedad lo importante es parecer ser y no lo es ser. Y cuando se habla de ser, no se está incursionando en el misticismo, se está hablando de la autenticidad, de la persona única que puede surgir en aquellos que dejan de aceptar “patrones” y lineamientos que dictan el cómo se debe “ser humano”.

Puede que resulte algo difícil, para quien así lo decida, dejar de mentir de un día para otro. Por una cuestión de costumbre y automatismo. Uno debe desarrollar la consciencia y comenzar a darse cuenta de las mentiras que conforman su vida. De todas maneras, lo más importante y determinante es la decisión y el deseo sincero de una persona de no querer seguir mintiendo. No importa cuantas mentiras haya dicho en su vida, simplemente dejarlas atrás, retirarle todo el soporte que se les está dando y comenzar con una nueva actitud de vida, una vida transparente, auténtica, espontánea y por qué no, loca.

Así, con paciencia para quienes no se animen a ser auténticos, confianza para quienes se embarquen en el desafío y apoyo a quienes ya son veraces, forjaremos un nuevo ser humano y con él un nuevo mundo.

Salud.

2 comentarios:

  1. El que no la debe no la teme, así se habla desde este lado del charco. Buen artículo.

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  2. Interesante visión. Gracias JustyleR.

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